Aneto IlustracionWEB

El gigante montaña

La historia del Pirineo se remonta a los tiempos en que la placa ibérica chocó con la euroasiática, unos ochenta millones de años. Desde entonces han sido habitados por dragones, titanes, bruja y moras, duendes y diosas de toda calaña.

Si la ninfa Pirene, encargada de guardar los bosques, yace debajo de la cordillera, ¿quién se esconde bajo el pico más alto?. Vamos a inventar la antigua leyenda del gigante Netu y el titán Atland y de como el mal de altura no perdona a nadie.

Bilbliografía.

ilustración- Oscar San Martín/ Dramaturgia- Marisa Pérez

  • Chema Gutiérrez Lera , “Breve Inventario de Seres Mitológicos, Fantásticos y Misteriosos de Aragón.”. Zaragoza: PRAMES, 2008. 3ª Ed.
  • Juan Domínguez Lasierra, Aragón en el País de las Maravillas”. Ed. Delsan Llibros s.l.
  • cimanorte.com

El cuento

GIGANTES Y DEMIURGOS

GIGANTES Y DEMIURGOS

 

No está mal ser una montaña, sobre todo si eres la más alta del lugar. Las vistas no me las quita nadie.

Yo era un gigante normal. Grande, barbudo, tímido, sencillico. Mi nombre era Netu. Ahora me llaman Aneto.

Llegué a los Pirineos porque, como tantos otros, yo también estuve enamorado de la ninfa Pirene y cuando me enteré de su muerte a manos del terrible Gerión, quise visitar su tumba para presentarle mis respetos. Hércules había hecho un túmulo magnífico, tan grande que unía el océano Atlántico con el mar Mediterráneo. Realmente impresionante y no sólo por su tamaño, sobretodo por su belleza. Y porque la esencia de la ninfa del bosque había salido por cada árbol, piedra, lago, incluso se podían entrever sus ojos en los ojos de los animales.

 

Decidí quedarme allí, hacerme pastor. Me construí una choza de raíces y rocas en las faldas del macizo de la Maladeta. Paseaba con mis reses arriba y abajo de las montañas según la estación.

Una vida plácida.

Hasta que llegó él.

 

Atlas aka Atland. El titán emérito. El sujeta cielos. Venido de otra aburrida guerra de dioses: Olimpo versus Atlántida. Montaña gana, isla pierde y es hundida en el océano. Y el titán se larga surfeando sobre su enorme pechera hasta llegar a Tarifa. Y  no se le ocurre otra cosa que venir aquí, precisamente aquí, irremediablemente aquí porque así son los griegos. Los dioses, siempre tan iluminados.

Llegó aquí, con su barba falsa de algas secas, sacándome una cabeza, con sus aires de dios de segunda generación. No se molestó en conocernos, a los locales. Venía con un proyecto bajo el brazo.

 

Se enamoró de Monte Perdido, ¡normal!. Es la mejor de las montañas porque corre que se las pela, para ser una montaña. Traía unos planos muy divinos de un palacio mágico que quería construir. ¡En la cumbre! ¡Mágico! ¿Y la flora qué? ¿Y la fauna qué? No hay mucha a esa altitud, soy consciente, más ahora que soy montaña. Pero ¿y los glaciares?

Yo tengo uno enorme.

Y eso no es todo, ¡malditos dioses prepotentes!. Quería crear una nueva raza humana. Mejorada. Alucinad.

No voy a hacer demagogia. El ser humano en aquella época… ni bien, ni mal. Mucho pelo, como yo pero por todo el cuerpo. Los cráneos un poco aplastados. Farfullaban. Yo pensaba “dales tiempo, al menos se cuidan unos a otros”.

Claro que Atland erre que erre con lo del palacio y el génesis y volver a conquistar el Olimpo. Cosas de Dioses.

No soy un gigante muy sociable y él no había venido a presentarse, así que me enteraba de las cosas por lo que me contaban los animalicos y porque todo se sabe en los sitios pequeños. Además desde mi casa podía ver las obras.

Se puso a construir modo dios: un lugar inaccesible excepto a lomos de un dragón, aleaciones de metales que yo ni sabía que existían, suelos de cristal, un exterior que sólo algunos podían ver. Un derroche.

Y mis amigos más pequeños que se cuelan por todas partes me contaban que por dentro siempre era primavera; cascadas de agua, toda clase de árboles y plantas, ni frío ni calor, escaleras automáticas. Locura.

Y luego el tipo se va a secuestrar a dos zagales para que se le reproduzcan allí. Unos zagales exactamente no eran. Trajo a Túbal, el padre de Pirene. ¡ A la tumba de su hija a reproducirse! Eso no es normal. Y a Lilu, una semidiosa que llevaba ya siglos retirada por Mesopotamia.

 

Como me pude reír cuando van y le dicen que ellos pasan del plan. Y de los planos. Que todo le había quedado muy mono pero que ellos ya no estaban para repoblar ningún mundo. Y que habían salido estudios recientes de que ese rollo de que una sola pareja sea repueble, pues que no da muy buen resultado. La endogamia y eso.

Menudo cabreo se pilló Atland. Unos gritos, unos golpes… no estaba listo para el libre albedrío.

Bajó del Monte y empezó a arrasarlo todo. Iba loco perdido. Y encima le veo venir hacia mi borda, hacia mi macizo. Y llegó. Y la pisó. La dejó hecha trizas… ¡hijo de dioses!

Ya he dicho que yo no era tan grande como el . Ni tan divino. Pero era muy bueno con el arco. Estaba agachado detrás de un roble hermoso. Saco el arco, cojo la flecha del carcaj y le apunto en toda la cara.

 

Y le dí.

Se desplomó.

La cagué bien.

Matar a un demiurgo no suele salir gratis. En un pestañeo la familia de dioses está reunida y te señalan con el dedo. Me lanzan un rayo que me avienta contra el macizo con semejante fuerza que caen sobre mi rocas de todas partes.

Y, cual Pirene, también me convierto en un túmulo hermoso, el más alto.

A veces echo de menos mis vacas.